Seguimos presentando el primer capítulo de la historia de Ilaria Bianchi y de su viaje como médico y paciente.
“En un momento todo puede cambiar en la vida, a mejor o a peor y en temas de salud, ser médico a veces ayuda y a veces va en contra nuestra. No pensamos mucho que también somos humanos, vulnerables y que en cualquier momento podemos estar en el sitio de nuestros pacientes. Tanto estudiamos y tantos consejos que damos a ellos cuando a veces una rutina tonta como ponerse crema en el pecho pueden salvarnos la vida. Así me encontré yo mi cáncer de mama, con 39 años. Justo en aquel momento empezó mi dualidad entre mi mente médica y mi cuerpo convertido en paciente. Este bulto no me gustaba como médico y empecé a experimentar todas las incertidumbres y miedos de los pacientes que tienen algo y no saben lo que es. Nunca estamos preparados a recibir la noticia de un cáncer aunque como médicos la damos a nuestros pacientes y reflexionamos a menudo sobre este diagnóstico y puedo decir que no hay una manera perfecta para comunicarlo. La noticia te paraliza, te bloquea y para tu mundo de golpe. Yo lo supe por teléfono desde el laboratorio y empecé a sentirme suspendida en el aire como si eso no fuera conmigo, como si entrara dentro de una película y veía el mundo alrededor que seguía normal pero yo ya no le pertenecía, había salido de el. Flotaba y podía escoger en cualquier momento en que cuerpo bajar, si en el de “paciente” con todos sus miedos o en el de “médico” y preocuparme por las consecuencias y en este momento ninguno de los dos era bonito. Es cierto que esta noticia te cambia la vida, cambia tu mundo y tus prioridades en un instante. Olvidé rápidamente la importancia de mi trabajo, de mi independencia y libertad, de golpe me sentí sola, vulnerable y lo único en absoluto que quería era abrazar a mi familia antes de la visita con la oncóloga”.