Capitulo 2: “Primeros tratamientos”

En mi caso se empezaba con 6 meses de quimio, luego intervención y terminar con radioterapia. Confiaba en el hospital como uno de los mejores pero por ser médico a menudo cuestiono todo y todos en temas de salud, así que pedí una segunda opinión. No quería tener remordimientos de conciencia en el futuro y creo que tener plena confianza en los médicos que te curan y en el hospital es muy importante. Mis amigos y compañeros internacionales coincidieron que podía quedarme allí y así me tranquilicé como médico y entendí como ser humano que todo lo demás ya no dependía de mí. Allí tuve la suerte de que me dieron un teléfono disponible las 24h (que no todos los hospitales se pueden permitir, ni todos los pacientes con cáncer lo tienen desafortunadamente). Me grabé en la frente una frase que creo a los médicos nos cuesta bastante asumir:” Ahora no hagas de médico, eres un paciente. En caso de cualquier síntoma llama a este número y no te cures sola.” Tratamos también el tema fertilidad y el riesgo de menopausia precoz. Nunca hablamos de sexualidad. Me preparé a la primera quimio físicamente con jengibre (que desde entonces no puedo ni oler por asociación mental probablemente) y psicológicamente, con mi madre que estaba cerca de mí pero no pude evitar un profundo llanto cuando el líquido rojo me entró en la vena. Todo fue tan rápido que no fui consciente hasta este momento de lo que me estaba pasando. Ya que se me iba a caer el pelo me lo corté para disminuir el trauma que al final se reveló como un alivio. A la semana de la quimio me ingresaron y allí me empezó a caer así que llenaba la almohada de pelo y me molestaba muchísimo así que la primera cosa que hice al salir fue ir a que me lo cortaran y ponerme pañuelos o peluca contenta así de no estar perdiéndolo y hasta me gusté sin pelo. Hubieron también otros síntomas que intenté paliar también con medicina complementaria ya que la convencional se quedaba corta. Mi 40 cumpleaños coincidió con el día de la quimio y decidí no cambiarlo para darme una lección a las tonterías que tenía del miedo a cumplir años y envejecer. Quise recordar aquel día para siempre, como un logro que fue cumplir años ya que podría no haber llegado a celebrarlo. Un día me cambiaron la oncóloga y entendí totalmente la importancia del vínculo emocional que se crea entre médico y paciente. Una vez me suspendieron la quimio por bajas defensas y luego al encontrarme mucho mejor no quería volver a hacerla. La amabilidad y la paciencia de mi oncóloga me convencieron a seguir pero entendí la importancia de reconocer y respetar la libertad de decidir de cada paciente que es el único dueño de su vida. Al final de los seis meses de quimio me había acostumbrado tanto a todos los efectos secundarios que no quería dejarla para ir a la cirugía que era ahora lo “desconocido”. A veces el cerebro humano es incomprensible con la lógica y sobretodo en situaciones emocionalmente fuertes. Realmente puedo decir que el ser humano se puede adaptar a cualquier cosa.

 

Ilaria Bianchi

Autora del libro “Vivir y superar el cáncer de mama. Diario emocional de una ginecóloga que se convierte en paciente oncológica”

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